domingo, 3 de agosto de 2014

México, semillero de poetas.

Desde hace mucho tiempo, México ha sido un importante semillero de poetas. Hoy la poesía está más viva que nunca.

México ha sido siempre semillero de poetas. Y de movimientos categóricos y sonoras rupturas. Aunque los tiempos cambian. Los manifiestos y consignas de grupos de café que caracterizaron la creación literaria en buena parte del siglo XX han dado paso a un paisaje más heterogéneo en las plumas que comenzaron a salir a la luz a partir de los años 90, y que componen un mosaico fragmentario, pero potente.

Hoy, hablar de generacines es solamente señalar una ubicación en el tiempo, sin que ello aluda a una afiliación literaria, considera David Huerta (1949) “No hay ninguna revista que ahora identifique a una generación de poetas”, dice el autor de Versión. En este sentido, Francisco Segovia (1958) advierte la desaparición del Poeta como conciencia social y figura hegemónica que ordena el panorama. “Una figura que en Latinoamérica empezó con Rubén Darío o quizá un poco antes, con Martí, y terminó con Octavio Paz. Ya no hay esos inmensos gurús, como Neruda. La desaparición del caudillo hace que ya no haya una sola visión”.

“A diferencia de lo que ocurría en las generaciones de los 70 u 80, en las que los grupos estaban más definidos y más polarizados, la literatura es ahora muy diversa y no hay consignas”, añade.

Algunos autores retoman prácticas que en otro momento fueron experimentales, como la poesía visual, en la que una determinada distribución geométrica de los versos, la elección de tipografías o la inclusión de imágenes en el del texto es parte de la obra. Otros desplazan el discurso impreso y sonoro de la poesía hacia otros territorios para crear propuestas como el cine-poema o la ciber-poesía.
“Noto una vuelta a tomar las formas que se habían quedado en los 60.

Pero esas maneras nuevas, introducidas a la tecnología moderna, eran formas ya sabidas desde principios de siglo: la poesía visual o la poesía concreta son experimentos que la tecnología ha renovado un poco”, observa Segovia. Entre la pluralidad de lenguajes que hoy intervienen en el acto poético, Segovia identifica también una recuperación de lo clásico.

“Hay una tendencia a recuperar formas que se abandonaron en el momento que estalló la experimentación, a partir de lo que ocurría a fines del modernismo o de la generación de Lezama Lima y Octavio Paz, para volver a arrancar; un retorno a la poesía rimada. Pienso en Víctor Cabrera, quien escribe sonetos o en formas clásicas; Luis Paniagua, Paula Abramo, Balám Rodrigo”.

El radar de la crítica y las antologías registran voces como Hernán Bravo Varela, Carla Faesler, Rocío Cerón, Óscar de Pablo, Luis Felipe Fabre, Lázaro Tello Pedró, María Rivera, Francisco Trejo, Renata Vega Albela, Fabián Espejel, Óscar Cid de León o Karen Villeda, entre muchos otros cuya obra es editada principalmente por sellos como Tierra Adentro, del Conaculta, o independientes como Verso Destiero o El Ermitaño, que realiza tirajes de 100 ejemplares para dar cauce a sus selectos lectores. “Es una buena época para los diezmados y desencantados lectores y electores de poesía”, dice Bravo Varela. ”Sólo falta que se den cuenta y dejen atrás su cómodo abstencionismo”.

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