domingo, 3 de agosto de 2014

Frühbeck Moreno y su "Coro de invierno"

He escuchado tu voz al otro lado / de los tabiques de mi infancia, de / los lentos muros del insomnio, de / las manos que envejecen al amarme. / Y solo me ha quedado tu evidencia. / Hoy quiero ver tu rostro y deshacerme. Carlos Frühbeck Moreno escribe estos versos y detrás de ellos sonríe su progenitor, el también poeta Carlos Frühbeck. Su presencia es constante en Coro de invierno (Amargord Ediciones) y con ella la rabia, la nostalgia, el implacable paso del tiempo... Los temas esenciales de la literatura están en este poemario originado, revela, por el fallecimiento de su padre y una larga crisis personal.
«El libro, como pasó con Retratos de alquiler, está estructurado como si se tratara de una pluralidad de voces que se mezclan de forma enigmática. Hay varias, alguna incluso inhumana, pero, sí, quizá una que se podría asociar a mi padre sea la predominante. ¿Habla mi padre realmente en estos poemas? Yo parto de la idea de que en poesía, como sucede en los sueños, todos las voces que se oyen son modulaciones de la misma: la propia», desentraña y admite haber vuelto a Antología de Spoon River, de Lee Masters, uno de sus autores preferidos de siempre.
«El discurso poético es una tosca proyección de nuestra interioridad, una máscara con que la cubrimos porque es literalmente imposible representarla en toda su riqueza a través del lenguaje. Y tenemos que recurrir al artificio, al disfraz. ¿Hay solo humo detrás de ellas? ¿Acabamos por convertirnos en nuestras máscaras? No sé responder. Lo que está claro es que tomar la voz de mi padre es un intento de conocerlo mejor, de conocerme mejor, tras su muerte», completa el poeta sobre esta obra que presentará en Expoesía de Soria el viernes.
La rabia corre furiosa por los poemas de Coro de invierno. Su creador lo confirma. «La hay, sí, en primer lugar, porque el objetivo de la poesía es destruir las certezas que teníamos, convertirlas en ruinas. Y después pasear a través de ellas en busca de un nuevo idioma. Toda buena poesía debe ser de algún modo violenta; el resto es regodearse en lenguajes usados y en espejismos», espeta y explica que con este libro intenta saber de qué manera la vida de los demás forma parte de la suya.
«Y cómo podemos redimirla en sentido casi proustiano y conocernos mejor. Cuando escribía estos poemas, a veces me venía a la cabeza la imagen -típica de los programas sobre casas encantadas y huellas de ovnis en trigales- del niño que dibuja unos recuerdos que han vivido sus padres y de los que nadie le ha hablado nunca», ahonda.
En cuanto a las referencias literarias que alientan Coro de invierno, observa la importancia del redescubrimiento de las vanguardias por causa de la preparación de su tesis doctoral, Palabra y poética en Francisco Pino, que ha dado lugar a un ensayo que se publicará en septiembre.
Pero, anota, también está muy presente en el libro la reflexión del ensayo -«una proposición de la palabra poética como instrumento de indagación de esos aspectos de la realidad a los que no llega la razón»- y, «por supuesto, una forma de redención de ese pasado que hemos vivido y que, sin embargo, vamos construyendo a lo largo de nuestra vida. Las muertes, la de los seres queridos y la construcción de la propia a través de nuestras experiencias que proponen autores como Rilke, son las más importantes de todas».
Vuelve Frühbeck Moreno a los versos tras Caballos (2006) con un poemario sincero, con una mirada desgarradora al tiempo que serena, entre la realidad más cortante y una pertinaz niebla onírica y ensoñadora, con una constante presencia escalofriante a la vez que reconfortante.
Quizás sea inspiradora la «niebla sempiterna e inquietante» que envuelve en invierno a Enna, la ciudad italiana, en el centro de Sicilia, donde vive con su mujer y sus hijos y en cuya universidad trabaja. Allí anda escribiendo cuentos y una novela, pero sin planes con ellos. «Nunca se me ha dado bien hacerlos y no me ha ido mal del todo. Ya veremos». Lo veremos.

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