He escuchado tu voz al otro lado / de los tabiques de mi infancia, de
/ los lentos muros del insomnio, de / las manos que envejecen al
amarme. / Y solo me ha quedado tu evidencia. / Hoy quiero ver tu rostro y
deshacerme. Carlos Frühbeck Moreno escribe estos versos y detrás de
ellos sonríe su progenitor, el también poeta Carlos Frühbeck. Su
presencia es constante en Coro de invierno (Amargord Ediciones) y con
ella la rabia, la nostalgia, el implacable paso del tiempo... Los temas
esenciales de la literatura están en este poemario originado, revela,
por el fallecimiento de su padre y una larga crisis personal.
«El libro, como pasó con Retratos de alquiler, está estructurado como
si se tratara de una pluralidad de voces que se mezclan de forma
enigmática. Hay varias, alguna incluso inhumana, pero, sí, quizá una que
se podría asociar a mi padre sea la predominante. ¿Habla mi padre
realmente en estos poemas? Yo parto de la idea de que en poesía, como
sucede en los sueños, todos las voces que se oyen son modulaciones de la
misma: la propia», desentraña y admite haber vuelto a Antología de
Spoon River, de Lee Masters, uno de sus autores preferidos de siempre.
«El discurso poético es una tosca proyección de nuestra interioridad,
una máscara con que la cubrimos porque es literalmente imposible
representarla en toda su riqueza a través del lenguaje. Y tenemos que
recurrir al artificio, al disfraz. ¿Hay solo humo detrás de ellas?
¿Acabamos por convertirnos en nuestras máscaras? No sé responder. Lo que
está claro es que tomar la voz de mi padre es un intento de conocerlo
mejor, de conocerme mejor, tras su muerte», completa el poeta sobre esta
obra que presentará en Expoesía de Soria el viernes.
La rabia corre furiosa por los poemas de Coro de invierno. Su creador
lo confirma. «La hay, sí, en primer lugar, porque el objetivo de la
poesía es destruir las certezas que teníamos, convertirlas en ruinas. Y
después pasear a través de ellas en busca de un nuevo idioma. Toda buena
poesía debe ser de algún modo violenta; el resto es regodearse en
lenguajes usados y en espejismos», espeta y explica que con este libro
intenta saber de qué manera la vida de los demás forma parte de la suya.
«Y cómo podemos redimirla en sentido casi proustiano y conocernos
mejor. Cuando escribía estos poemas, a veces me venía a la cabeza la
imagen -típica de los programas sobre casas encantadas y huellas de
ovnis en trigales- del niño que dibuja unos recuerdos que han vivido sus
padres y de los que nadie le ha hablado nunca», ahonda.
En cuanto a las referencias literarias que alientan Coro de invierno,
observa la importancia del redescubrimiento de las vanguardias por
causa de la preparación de su tesis doctoral, Palabra y poética en
Francisco Pino, que ha dado lugar a un ensayo que se publicará en
septiembre.
Pero, anota, también está muy presente en el libro la reflexión del
ensayo -«una proposición de la palabra poética como instrumento de
indagación de esos aspectos de la realidad a los que no llega la razón»-
y, «por supuesto, una forma de redención de ese pasado que hemos vivido
y que, sin embargo, vamos construyendo a lo largo de nuestra vida. Las
muertes, la de los seres queridos y la construcción de la propia a
través de nuestras experiencias que proponen autores como Rilke, son las
más importantes de todas».
Vuelve Frühbeck Moreno a los versos tras Caballos (2006) con un
poemario sincero, con una mirada desgarradora al tiempo que serena,
entre la realidad más cortante y una pertinaz niebla onírica y
ensoñadora, con una constante presencia escalofriante a la vez que
reconfortante.
Quizás sea inspiradora la «niebla sempiterna e inquietante» que
envuelve en invierno a Enna, la ciudad italiana, en el centro de
Sicilia, donde vive con su mujer y sus hijos y en cuya universidad
trabaja. Allí anda escribiendo cuentos y una novela, pero sin planes con
ellos. «Nunca se me ha dado bien hacerlos y no me ha ido mal del todo.
Ya veremos». Lo veremos.
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