Más abajo, los latidos de un animal sordo
Obedecen el sueño de los jinetes
Corpulentos del quebranto,
Otros puentes cruzan los brazos milagrosos del Neptuceno.
Aquí ya no existe sino el extravío.
Macareo del Ôta:
regresando a tu fuente
te volviste ceniza.
El río es un centinela insomne
al que le han negado la noche.
Son dos versos del poema de Robert Max Steenkist, coeditor de la compilación Oír ese río junto con el poeta argentino Esteban Charpentier. Max cuenta que hubo dos cosas que lo impulsaron a hacer una compilación de poemas sobre el río. El haber estudiado literatura y su conciencia ambiental: “En La divina comedia, por ejemplo, llegas al infierno a través de un río que se llama Querónte. En la mitología griega los locos eran enviados al río en una barca para ver si morían o no. Por otro lado, soy colombo-holandés y veía dos formas distintas de concebir el río. Una en la que no se tiene cuidado de la afluente, y otra en la que se aprovechan sus recursos pero también se le deja ser”.
Para Max los ríos son los grandes olvidados, en muchos casos se han convertido en un vertedero de los desechos humanos y han muerto en varias partes del mundo. Como consecuencia, las personas que viven en las orillas también sufren tragedias naturales porque “el agua es lo más poderoso que hay. La necesitamos para vivir, pero también puede destruirnos”.
Como parte de su campaña de responsabilidad social con el ambiente, Alpina patrocinó este proyecto y el libro podrá ser reproducido con el único costo de hacer alguna acción que beneficie a los ríos. En Colombia lo que se hizo fue sembrar 500 árboles cerca del nacimiento de agua en Cota y Faca. En Argentina se imprimirá una segunda edición. Con lo que se ahorran en derechos de autor se invertirá en el centro de educación para enseñarles a los niños a cuidar los recursos naturales.
Los temas tratados son un periplo por la sensualidad, el cuerpo, la cultura, las ciudades, los anhelos, los miedos, la vida y la muerte. El mexicano Balam Rodrigo, por ejemplo, habló acerca de recorrer los pasos de los migrantes que pasan por el río Suchiate, Chiapas como parte del camino para llegar a Estados Unidos.
Este es el origen reciente de la historia de un lugar llamado México.
Aquí migraremos, estableceremos la muerte antigua y la muerte
nueva,
a los pueblos de Centroamérica, naciones de la gente que migra.
Vine a este lugar porque me dijeron que acá murió mi padre
En su camino hacia Estados Unidos sin llegar a ver los dólares,
ni los granos de arena en el desierto.
Oír ese río tiene poemas en 27 idiomas con traducción en inglés y en español. Algunos son más sonoros y otros más gráficos. Están escritos desde diferentes puntos de de vista, los curadores no militaron con ninguna corriente política, cultural o nacional. Para esta edición escribieron personas tan distintas como un guerrillero de las Farc y un miembro de la Fuerza Pública colombiana; un israelí y un palestino; un turco y un armenio. Pero hay autores que escriben de una forma más universal, sobre historias que podrían pasar en cualquier afluente. Un ejemplo de ello es el italiano Aldo Villagrossi, quien habla sobre la huella de los seres humanos en este recurso que parece inagotable.
Es la paradoja de la civilización
tirar algo en el río,
y pensar que se ha ido para siempre.
De hecho, acabas de dejarlo
En espera de aquellos
que están próximos.
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