El poeta Ignacio Mª Muñoz |
El Ignacio Mª Muñoz nos trae un doble poemario creado con sustancias únicas: el amor y el desamor; el dolor y la vida. Es decir, poesía compuesta con los ingredientes básicos de la existencia humana consciente.
Este bilbaíno afincado en Madrid desde hace más de veinte años ha dado forma a "Crónica de ausencias y De la luz y del olvido" (editorial Cuadernos del Laberinto) con versos como flechas, con sentimientos que enarbolan la razón y razones para el amor.
Este bilbaíno afincado en Madrid desde hace más de veinte años ha dado forma a "Crónica de ausencias y De la luz y del olvido" (editorial Cuadernos del Laberinto) con versos como flechas, con sentimientos que enarbolan la razón y razones para el amor.
Se trata de uno poemario maduro compuesto durante años y años de lecturas, de poesía interiorizada y de escritura escrupulosamente trabajada.
—Acaba de publicar su primer poemario –“Crónica de ausencias” y “De la luz y del olvido” (Cuadernos del Laberinto, Madrid)–. ¿Cómo definiría este libro?
—El libro recién publicado está constituido por los dos poemarios, que son
independientes entre sí, pero producto de un único itinerario vital. Creo que
de su lectura puede deducirse cómo se ha construido una vida, qué la ha
incentivado, qué le ha producido dolor o esperanza. Como (prácticamente) todo
lo que se escribe, es autobiográfico, porque todos los escritores lo hacemos
para encontrarnos a partir del material de nuestra propia vida; pero eso no
significa que sea el reportaje de una vida, entendida como la sucesión lineal
de los acontecimientos. Es, más bien, un collage de sensaciones, de pulsiones,
de hitos, de recuerdos. De emociones, en definitiva.
—Efectivamente, el amor y el olvido son los dos grandes temas del libro. Y, como caras del mismo prisma, el desamor, la muerte, el deseo. Luz y olvido son otras maneras de llamar al amor y a la muerte. La ausencia, muy presente, es también una forma de muerte.
El amor es un tema universal de la literatura (cuánto más de la poesía). Es
un tópico decir que es una de las palancas que mueven al hombre, pero no
encuentro otra manera de explicarlo. Buscamos amar y que nos amen. Amar es a la
vez el deseo de amar, un acto que se consuma, el desasosiego por perderlo, la
delectación en su recuerdo… Y el desamor supone siempre un desgarro.
La memoria y los recuerdos son –a mi modo de ver– la materia prima de
nuestra vida: somos nuestra memoria. El amor así concebido es la fuente de la
mayoría de nuestros recuerdos. Y considero que deseamos quedar en un recuerdo,
ser memoria de alguien.
En “Crónica de ausencias” y “De la
luz y del olvido” la visión general de la existencia es obscura, con un cierto
pesimismo que puede recordar a “Lo fatal”, de Rubén Darío.
—Rubén, en sus bellísimos versos, aborda el tema del dolor por la existencia
(es una preocupación intemporal. Él dice: “…pues no hay dolor más grande que el
dolor de ser vivo/ ni mayor pesadumbre que la vida consciente”. En el
Eclesiastés se lee: “Quien añade conocimiento añade dolor”). Y lo hace, es
cierto, con pesimismo; o con cierta angustia. No pretendo compararme con Darío,
pero creo que mis poemas abordan estos temas con un atisbo de esperanza.
La muerte puede ser considerada un punto final o un punto y seguido.
Prefiero pensar que es más lo segundo; una puerta abierta, no un portazo. En
definitiva, así entendida, la muerte no es sino la misma vida, la que le da
sentido.
La soledad, que es otro de los temas recurrentes en la poesía y que en
muchas ocasiones es concebida como algo negativo, es planteada en estos versos
como el cimiento de la individualidad; o como una fuerza que nos mueve, no que
nos frena.
—¿Cómo se inició en la poesía?
—Escribo desde hace muchos años; me inicié a los dieciséis o diecisiete (con
las limitaciones de todo tipo propias de esa edad). Y a partir de entonces, en
estos cuarenta años, creo que siempre he escrito. Lo que ha pasado es que hasta
hace un año no decidí aventurarme a publicar los dos poemarios, como una manera
de darlos por definitivamente concluidos; y no caer así en la tentación de
repensarlos recurrentemente. Pienso que me ha sucedido como a muchos pintores, que solo
pueden dar por finalizado un cuadro si lo venden y pierden el contacto físico
con él. Para bien o para mal, el libro es lo que es. Y a partir de ahora, toca
embarcarse en otras aventuras.
—¿Qué importancia tienen la métrica y
la rima en la poesía del siglo XXI?
—Supongo que la misma que ha tenido siempre. Si la estructura formal no se
impone a la emoción o al sentido, es útil. Si es tan solo un corsé que resta
frescura o autenticidad, no lo es. A partir del siglo XX, cuando irrumpe el
verso libre, es mayor la tendencia a
expresarse de este modo, con más libertad. Pero creo que lo que de
verdad importa es si la propuesta creativa es original, y el resultado es
rítmico, musical. Si la poesía tiene color y sugiere algo, y emociona, da igual
que lo haga con métrica y rima, o de manera libre.
Para mí, este verso de Celaya es de una fuerza abrumadora (“Tal es, arma
cargada de futuro expansivo/ con que te apunto al pecho”). Es muy sugerente también
su concepción de la poesía como algo necesario (“…como el aire que se respira
trece veces por minuto”), en un tiempo en que lo lo material y lo tangible
priman. Considerar la poesía como algo útil es lo verdaderamente revolucionario
y que le da proyección de futuro. Esa es la forma en que la poesía nos permite
recrear la realidad, no como alienación, sino como posibilidad de ser autores
–y no solo actores– de nuestra vida; de construir nuestro propio futuro.
La sociedad occidental actual (y somos parte de ella) está cada vez más
homogeneizada como consecuencia de la globalización. No pienso en la
globalización como algo pernicioso, porque ha supuesto grandes ventajas. Pero
me preocupa que la estandarización y la posibilidad de que la opinión se
difunda de manera universal e inmediata acaben por predefinir los gustos y consigan
que la creación se adapte a lo predefinido. Las tendencias y las modas determinan
el sesgo de la creación; en la medida en que se conoce en tiempo real lo que
gusta (y vende), el riesgo de que se produzca para gustar (y vender) a la
mayoría es enorme.
Por este motivo, veo con preocupación que hay una tendencia cultural a
primar lo uniforme; a apostar por aquello con lo que no te equivocas. De modo
que creo que deberíamos ser más valientes y tener una visión más amplia, sin
abdicar de la calidad.
SI NO HAY ESTRELLAS
ni tus ojos lucen
me pregunto
cuál es la razón
de esta noche indeseada.
¿Por qué añades lágrimas
a la mano
que frena mi ansia?
¿Por qué la alargas
si no hay ni un temblor
en tu silencio
cuando sugiero
llenarte el pecho
de tormentas?
¿Por qué callas
cuando intento
saber la razón
de tu distancia?
Torpe mano
la mía,
que arrancar pretende
fuego
de las entrañas
de tu hielo.
SI NO HAY ESTRELLAS
ni tus ojos lucen
me pregunto
cuál es la razón
de esta noche indeseada.
¿Por qué añades lágrimas
a la mano
que frena mi ansia?
¿Por qué la alargas
si no hay ni un temblor
en tu silencio
cuando sugiero
llenarte el pecho
de tormentas?
¿Por qué callas
cuando intento
saber la razón
de tu distancia?
Torpe mano
la mía,
que arrancar pretende
fuego
de las entrañas
de tu hielo.
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