Philip W. Silver tiene pegado en la puerta de su casa madrileña el poema de Claudio Rodríguez Alto jornal,
de modo que, cada vez que se encamina a la calle Viriato, se topa con
unos versos que dicen: “Dichoso el que un buen día sale humilde / y se
va por la calle, como tantos / días más de su vida, y no lo espera / y,
de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto / y ve, pone el oído al mundo y
oye, / anda, y siente subirle entre los pasos / el amor de la tierra…”
Silver, que vive medio año en Madrid y medio en Nueva York, es profesor
emérito en la Universidad de Columbia y, con 83 años, uno de los grandes
expertos en poesía española del siglo XX. Después de décadas consagrado
al estudio de la obra de autores como Ortega y Gasset, Luis Cernuda o
Claudio Rodríguez, este curso se ha decidido a publicar una traducción
al inglés de un libro de este último: Alianza y condena, aparecido originalmente en 1965, hace ahora medio siglo.
El poeta, nacido en Zamora en 1934, murió el 22 de julio de 1999.
Aquel día quedó truncado el proyecto de preparar una antología que
presentara su poesía en los Estados Unidos. Tuvieron que pasar los años
para que su amigo Silver cambiara la antología por un título único: Alliance and Condemnation
(Swan Isle Press). “Habíamos empezado juntos porque Claudio sabía mucho
inglés —había sido lector en Inglaterra seis años— aunque no lo hablaba
bien”, cuenta el hispanista. “Cuando murió, seguí, pero era difícil que
todas las versiones tuvieran el mismo nivel”.
Por entonces había ya una traducción estadounidense de la poesía
completa de Claudio Rodríguez pero su circulación, en impresión a
demanda, había sido muy restringida. “En Estados Unidos”, recuerda
Silver, “se conoce sobre todo a Lorca, que es un icono. También a Juan
Ramón Jiménez y a Miguel Hernández. El caso de Claudio… Mira, es difícil
presentar en otra lengua a un escritor que es una anomalía en la suya”.
Silver se refiere al carácter inclasificable de una obra que se inició
con Don de la ebriedad, un hito de la literatura española que
le valió a su autor el premio Adonais con solo 19 años. En su prólogo,
Silver traduce ese título inaugural como Gift of Ecstasy, pero sabe que a su autor no le convencía que hablasen de la suya como de una poesía mística.
¿Y qué tal irracionalista? El estudioso escucha la pregunta con media
sonrisa y confiesa: “Esa idea la lancé yo en mi antología de bolsillo en
Alianza. Por entonces me interesaba el surrealismo y tracé esa relación
con los franceses y con Dylan Thomas, un autor que a Claudio también le
interesaba. Ahora me arrepiento. Así se escribe la historia”. Y añade
resignado: “Tenemos las categorías que tenemos”. Imposible clasificar a
un autor que estuvo en el partido comunista “20 minutos” y que siempre
admiró a Blas de Otero pero cuyos versos están tan lejos de la poesía
social dominante durante la posguerra como del confesionalismo de sus
amigos de la generación de los años cincuenta.
Esos fueron los años en que Philip W. Silver pisó España por primera
vez. Llegaba para estudiar en la Universidad Complutense después de que
los exiliados republicanos le despertaran el gusanillo de lo español:
“Madrid era un pueblo. Te encontrabas siempre a la misma gente”. Eso fue
lo que más le llamó la atención en unos días en que trabajó como
intérprete en el rodaje de Alejandro Magno, el filme
protagonizado por Richard Burton. “Aquí no había gente de color. Solo
dos hombres que trabajaban de porteros de hotel y que, por supuesto,
terminaron en la película”.
Desde entonces, Silver no ha dejado de venir ni de seguir de cerca
—ahora le interesa la poesía de Elena Medel— todo lo que sucede en un
país que le sigue sorprendiendo. Si hace seis décadas fue la falta de
cosmopolitismo, hoy es el exceso de corrupción. “La hay en todas partes,
pero no tan impune. Yo me considero de izquierdas…” Antes de terminar
la frase, el hispanista se refuta a sí mismo: “Me dirás que, salvo
Chomsly, no hay americanos de izquierdas, pero yo diría que lo soy”. En
el perchero tiene una bandera republicana que compró en una marcha de
Podemos y en la mesa, el libro de Baltasar Garzón El fango. Lo
abre por una página concreta y pide: “Lee, por favor”. La cita que
señala dice: “Aquellos que sacrifican libertad por seguridad no merecen
tener ninguna de las dos cosas”. Silver añade: “Benjamin Franklin, siglo
XVIII. Parece de hoy”.
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