Nos confirma
del autor que la poesía nace del propio origen del ser humano, que forma parte
de su idiosincrasia y sensibilidad. "La tejedora de apegos",
de Eduardo Velázquez González, es la apuesta editorial para este verano de los
madrileños Cuadernos del Laberinto. Una lectura llena de contrastes y deleites
que recorren las contradicciones más hondas de nuestro ser.
Eduardo Velázquez González ha creado un mundo con
claros y obscuros en donde la presencia de la incertidumbre, de la búsqueda de
la verdad o el recuerdo como material de lo que somos conforman un libro bello
y contundente.
— “La tejedora de apegos”, su nuevo y tercer poemario —que acaba de llega a las librerías de toda España— es una llamada de atención a valorar los
detalles insignificantes de la vida y no perderse entre ambiciones. ¿Cómo ha
sido el proceso de cuajar todas estas ideas y darle forma literaria?
—En realidad no ha
habido un proceso definido, se ha tratado de ir aglutinando una serie de poemas
que tenían un parecido trasfondo, la soledad del ser humano para enfrentarse en
la intimidad a situaciones que no por habituales dejan de resultar
trascendentes en según que momento y circunstancias de la vida. Respecto a
darle forma literaria tampoco ha habido intencionalidad, prácticamente tan sólo
me he limitado a seguir los dictados de mis sentimientos, acunándolos en cierta
medida de sonoridad para que resultaran más fácil llegar al lector.
—Además
el libro cuenta con una segunda parte en la que el poeta Zorrilla y su
“Oriental” son el alma mater. ¿Qué significa para usted esta poesía?
—Este poema
representa mi primer acercamiento al mundo de la poesía. Mi madre me la
recitaba de memoria siendo yo muy pequeño. Causó tal impresión en mi el
personaje de aquel Capitán que siempre deseé ser aquel hombre poderoso que
pudiendo hacer suya aquella débil e indefensa mujer, en un gesto de
magnanimidad sin límites, reprimiendo su dolor de enamorado, atiende a su
petición de devolverla con los suyos a sus torres de León. Es por tanto para
mi, sin más, LA POESÍA.
—La poesía es para
la expresión de las emociones y los sentimientos que nos son comunes al género
humano. Más o menos todos sentimos de manera similar y por las mismas razones.
El Amor, en todas sus manifestaciones, el dolor, la nostalgia, la alegría, la
ira, etc. En mi caso, además de un acto placentero, escribir poesía es terapia
liberadora, porque me me permite desahogarme al tiempo que me da acceso a la
posibilidad de conectar con mis posibles lectores.
—¿De
dónde surge la poesía en el ser humano?
—A mi entender la
poesía surge de la propia condición de humano. Surge de la necesidad de dar a
conocer nuestros sentimientos y de, a través del ritmo y de la musicalidad,
hacerlo de manera tal que llegue directamente al lugar más recóndito del resto
de los seres humanos, al alma de cada individuo.
—¿A qué poetas admira, cuáles
son sus poemarios de cabecera, esos que se sabe casi de memoria?
—Lorca, Antonio Machado, Neruda,
Zorrilla, Angel González y, de manera muy especial a Mario Andrade, novelista,
poeta y ensayista brasileño. Tocante a mis poemarios de cabecera, por supuesto
Zorrilla y en esta etapa de mi vida, fundamentalmente, en el poema GOLOSINAS
del citado Mario Andrade, el texto Mi Alma Tiene Prisa, de El Tiempo de los
Maduros. He de decir que sobre el mencionado texto, en mi segundo poemario,
EXPUESTO EN UN ESCAPARATE, escribí un relato poético que lleva por título EN MI
MADUREZ, A PROPÓSITO DE ANDRADE, YO APOSTILLO, en cual, modestamente me atreví
a darle réplica al poeta brasileño.
FÁBULA DE LA TEJEDORA DE APEGOS
Tejía y tejía su tela de araña,
de apegos enmarañada.
Mientras tejía soñaba,
la vida que la que La Vida la ofrecía.
En tanto que pegajosa, sentía
que en la misma iba quedando atrapada.
Teje que teje, seguía
afanosa en su telar,
tejiendo esa red inalterable
de entregas absolutas.
Cuanto más y más tejía,
sabiendo que la perdía,
enredada, menos libertad tenía.
Al cabo de tanto tejer en la trama
de untuosos hilos invisibles
que la abrazan apresándola,
incapaz de liberarse, desfallece
entregada, agotada y abatida
en la urdimbre intrincada de apegos
que la atan a la tela que ella misma se tejía.
En su cárcel, secuestrada,
lamenta cada día no poder llegar a ser
la esencia del Ser, que un día,
Soñó, podría llegar a ser.
ENCARCELADO
MISMA PESADILLA
Nadie me vio la otra mañana,
despertar de mi sueño.
Insomne, desasosegado, turbado, inquieto...
Otra vez, la misma pesadilla que me vuelve,
estrecho calabozo, preso en él
me ahogo, me falta el aire.
Calabozo oscuro día y noche
en el que vivo,
buscando a tientas la rendija
por la que vislumbrar una salida.
No encuentro ni un resquicio
por el que pasarme a esa otra vida
de la que un tiempo fui sujeto activo,
dejando de este lado el suplicio
de ser, de mi pasado, el cautivo.
Me incorporo lentamente,
aún compungido, acercándome,
me veo en el espejo y me digo:
«Pasó otro día más y sigo vivo,
queda uno menos,
ahora sé que lo resisto».
La tejedora de apegos
Eduardo Velázquez González
Editorial Cuadernos del Laberinto. Madrid, 2018
144 páginas • I.S.B.N: 978-84-948608-3-6 • 12,50 €
FÁBULA DE LA TEJEDORA DE APEGOS
Tejía y tejía su tela de araña,
de apegos enmarañada.
Mientras tejía soñaba,
la vida que la que La Vida la ofrecía.
En tanto que pegajosa, sentía
que en la misma iba quedando atrapada.
Teje que teje, seguía
afanosa en su telar,
tejiendo esa red inalterable
de entregas absolutas.
Cuanto más y más tejía,
sabiendo que la perdía,
enredada, menos libertad tenía.
Al cabo de tanto tejer en la trama
de untuosos hilos invisibles
que la abrazan apresándola,
incapaz de liberarse, desfallece
entregada, agotada y abatida
en la urdimbre intrincada de apegos
que la atan a la tela que ella misma se tejía.
En su cárcel, secuestrada,
lamenta cada día no poder llegar a ser
la esencia del Ser, que un día,
Soñó, podría llegar a ser.
ENCARCELADO
MISMA PESADILLA
Nadie me vio la otra mañana,
despertar de mi sueño.
Insomne, desasosegado, turbado, inquieto...
Otra vez, la misma pesadilla que me vuelve,
estrecho calabozo, preso en él
me ahogo, me falta el aire.
Calabozo oscuro día y noche
en el que vivo,
buscando a tientas la rendija
por la que vislumbrar una salida.
No encuentro ni un resquicio
por el que pasarme a esa otra vida
de la que un tiempo fui sujeto activo,
dejando de este lado el suplicio
de ser, de mi pasado, el cautivo.
Me incorporo lentamente,
aún compungido, acercándome,
me veo en el espejo y me digo:
«Pasó otro día más y sigo vivo,
queda uno menos,
ahora sé que lo resisto».
La tejedora de apegos
Eduardo Velázquez González
Editorial Cuadernos del Laberinto. Madrid, 2018
144 páginas • I.S.B.N: 978-84-948608-3-6 • 12,50 €
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