Nada se pierde nos acerca una amplia selección de la poesía de Jordi
Doce (1967), que ha ido creciendo a lo largo de más de veinte años sobre
tres ejes complementarios: la búsqueda de sentido mediante el diálogo
entre mirada y memoria; la indagación en la naturaleza y en el mundo de
las apariencias; y la fidelidad a una creación verbal capaz de responder
a las exigencias de la percepción sensible. Se trata, en definitiva, de
formular hipótesis reveladoras sobre los vínculos entre el poeta y su
entorno, a la espera –o con la esperanza– de un acuerdo que haga más
intensa y hospitalaria la existencia. Toda una educación sentimental que
es también, por qué no decirlo, un aprendizaje vital.
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