viernes, 15 de enero de 2016

Pere Gimferrer

En el prólogo a Per riguardo / Con cuidado, de Pere Gimferrer (Barcelona, 1945), afirma Jacobo Cortines que, para su autor, escribir un libro de versos en italiano no es un capriccio de romanista. Así lo creo yo, aunque alguien pueda tomar por alarde la necesidad de desplegar las velas de su máquina retórica en una lengua ajena que siente como propia. También se ha dicho, esta vez de El castillo de la pureza, traducción del original con el que Gimferrer regresó al catalán tras un paréntesis de trece años, que su poesía más auténtica es la escrita en catalán, en tanto que la compuesta en castellano sería más escenográfica y barroca.
Entiendo, sin embargo, que las diferencias entre sus obras obedecen más a su polifacetismo creativo que a la lengua de elección. Es lo que indica la organicidad unitaria de estos dos volúmenes, vertidos al castellano por sendos poetas, muy probados ambos en tareas de la traducción: hercúleas a lo largo en el caso de José María Micó, que lleva a la espalda algunas de las más eximias versiones de clásicos románicos; y primorosas en el detalle, en el de Justo Navarro, cuya traducción del poema que dio título a El diamant dins l’aigua (2001) muestra que a veces se logra hacer lo que no puede hacerse. Traducir a Gimferrer, con su imaginería y su musicalidad polifónica, tiene una dificultad correspondiente, si bien en sentido contrario, a la de hacerlo con Mallarmé, de quien Jules Renard dijo que era intraducible incluso al francés. Pues, por excelentes que sean estas versiones, suponen al cabo “el modo melancólico de construir una identidad que se limita a la apariencia” y que “topa sin remedio contra las fronteras del ingenio y del idioma”, escribe Micó. Por fortuna, aquí lo mejor no es enemigo de lo bueno.
Ambos libros provienen de dos pulsiones distintas: el escrito en catalán, de la voluntad de homenajear dicha lengua, a propósito de la “Oda a Catalunya” de Armand Obiols, y de expresar el reconocimiento personal y civil a un formante de su constitución espiritual; y el italiano, de la determinación de ensamblar letras, artes y espacios de la geografía italiana que lo han acompañado medio siglo y son un cañamazo donde el poeta recapitula sobre su vida. Particularidades al margen, en uno y en otro los enigmas de la belleza enlazan con los de la muerte, los de las luces con los de la noche, los de la historia con los de un intemporal lugar ameno de la cultura. En los dos hay parajes, cuadros, edificios, estampas amorosas, películas, lecturas.
Los poemas catalanes tienen un desarrollo más amplio; pero unos y otros siguen las pautas de un autor que, a partir de una chispa argumental, echa a volar las palabras, que se asocian libremente en imágenes cuyos efectos visuales y melódicos disipan el motivo inicial, sustituido por el mito personal que, desde Mensaje del Tetrarca, permanece incólume al discurrir del tiempo y a los cambios de lengua. Así puede percibirse en los versos de “Cavalcada” (El castillo de la pureza): “El carrusel mortífero del agua, / el carrusel del día venenoso, / como el museo de cera del Negresco, / como la chispa de la belle époque”; en las letanías anafóricas de “Fisterra” (que parte de la catástrofe del Prestige), de ese mismo libro; o, si hablamos de Per riguardo, en los pareados manieristas de “Sea surface full of clouds”: “Basílica del agua ornada y grata, / el mar oscuro de Basilicata. // La maleza del cielo envenenado, / el verde roto de la noche, el prado”. Aquí está, en fin, Gimferrer en el cenit de una perfección presupuesta que, porque no cede nunca, parece condenada a girar indesmayadamente sobre sí misma.

El castillo de la pureza. Pere Gimferrer. Traducción de José María Micó. Tusquets. 96 páginas. 16 euros
Per riguardo / Con cuidado. Pere Gimferrer. Prólogo de Jacobo Cortines. Traducción de Justo Navarro. Fundación José Manuel Lara. 56 páginas. 11,90 euros

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