lunes, 12 de mayo de 2014

Reflexión de PILAR SANABRIA CAÑETE en torno a “DESPUÉS DE LA MÚSICA” del poeta Jesús Cárdenas

Alguien se habrá preguntado más de una vez que queda “Después de la Música”. Después de las notas existenciales,  esas que pueden formar una partitura en un concierto de plena armonía o esas notas que en el pentagrama suenan desajustadas, que acribillan el más mínimo resquicio de los sentidos. Algo así sucede con el trasfondo de la poesía de Jesús Cárdenas. Con toda clase de sugerencias, líricamente hiladas y trazadas para traspasar la constante pesadilla que la vida representa. En este libro se traza una senda que podría muy bien constituir un auténtico “beatus ille” curativo; porque al poeta no le queda más alternativa que remediar la herida, ajustarla a su paso pero hacerla menos intensa, menos honda. Para vivir hay que sobrevivir primero y estas páginas son un auténtico ejercicio desencadenado desde el desamparo, desde la ceniza. Toca renacer en ese páramo de oscuridades, tomar medidas de consuelo, afrontar una dialéctica para la esperanza, lo que llegará a nuestras vidas nunca depende de nosotros mismos; es una idea que fragmenta al poeta, que lo llena de interrogantes. Esta poesía de clara intuición, de intimismo se despoja de la anécdota, se aboca al engranaje que destila y mueve el mecanismo de la supervivencia. El poeta se enfrenta a estereotipos que pasan por la definición de lo que es el amor , la infelicidad, la aventura, la rutina. Esos conceptos asumidos a los que recurrimos con demasiada frecuencia, a los que pretendemos dar el color de algún misterio para salir a flote, para pulverizar el descalabro de una realidad de precipicio.

http://cuadernosdelaberinto.com/Poesia/despuesdelamusica.html

Es una revisión del interior, ese espejo de uno mismo que al asomarse para hallar un reflejo atormentado porque en él están los elementos elegíacos y trágicos que el poeta sabe vislumbrar como nadie, que lo hacen diferente:

“Cómo seguir viviendo en estado catatónico,
el mundo descubierto, vivido como en un juego
que dominas sus trucos, sus mentiras conoces.”


Hay en los poemas de este libro un certero acercamiento al espíritu, un camino que trasciende la niebla de lo inmanente pero se observa en ellos ese antecedente de la angustia existencial al modo de Heidegger, quizá de fondo la esperanza, el amoldamiento, la conformidad ante lo trágico de cada paso, de cada roce o mirada:4

“Cuando todo es irreparable
y ya nada importa
hay que pensar en seguir el camino”.


Ese “ir cargado de piedras” como reafirma el poeta, es un zumo irrenunciable en la  poesía de Jesús Cárdenas, lo bebe con la costumbre clásica de un Sísifo que sube y baja el corazón como una roca.

Su poesía es una ánfora a rebosar de partículas, de vestigios, como si la memoria fuera líquida y se derramase seduciéndolo desde sus refugios, como si los versos quisieran plantear lo imposible, la veta inalcanzable de lo pasado o, por el contrario, lo predecible, lo que vendrá con la lógica más conformista de las leyes naturales conocidas:


“Llegas con la herida profunda
sin frenos inmediatos,
con ganas de morder la guinda,
de acariciar la misma luna,
de sentirte cerca de la piel extranjera”.


Versos acólitos de una religión sincrética, de una fusión inevitable condensada en ese lenguaje vestido para desnudar la esencia, esa disertación necesaria de la apoyatura existencial, esa erudición de la soledad. Nos podríamos preguntar: ¿se escucha la soledad cuando hay un ruido de desesperación bramando al fondo o cuando todo es un silencio que penetra como una esquirla en la carne? A ellos  se asoma , de forma obsesiva, el recuerdo, la memoria que no sólo evoca, sino que también provoca:


 “… esas instantáneas
de las que no se desprende el porqué,
el porqué de su fragilidad,
el recuerdo dorado del futuro”.


Versos que no hacen concesiones, hablan del destierro interior, de una huida que se encuentra en todas partes; allá donde vayan estos poemas, siempre estarán escapando. Se abren a la humanísima comunión con el “nosotros”, me recuerdan a la poesía existencialista del poeta Vicente Gaos porque, en esa línea, son testigos de la desolación, son los portavoces de la denuncia del oficio que la Nada enseña al hombre.

En poemas como “Ella” o “Rutina de Amor” el libro se adensa en tintes narrativos del entorno, es la respuesta a un auténtico esquema dramático, exencialidad de lo que acontece, de ternura desnuda, de dimensión honda, son un umbral de ebriedades en la sombra, una transición de lo inhumano hasta la fe. Una observancia del cero en su expresión más absoluta y el poeta es, ante todo, un contemplador, esa es su tarea:

“Y sé bien que estoy girando sobre
mi propia condena.
Conviene reparar en ella, por tanto”.


La búsqueda de Jesús Cárdenas es completamente continua, perpetua, el deseo también lo es. Son versos como cristal, son versos también opacos, el alfa y el omega, escalar a los ochomiles del instinto para acaba en la cima de otra incertidumbre. Más escalar, más ascender hacia el hallazgo, esa es la paradoja de nuestra materia. Estamos concebidos en esos versos de sombras y de sueños, con la única compañía de la memoria. La única valedora que nos justifica. Perder lo pasado nos aniquila:

“…convirtiendo las sombrasen azules
entregas de nostalgia,
como era el cielo que miraba
cuando nada tenía condición de pérdida”.



La comunión con las heridas lo dejo “Enclavado”, como el título de uno de los poemas, ese clavo que se adentra más y más como él mismo afirma. Esa alimentación de seudo esperanzas, esa luz inconsciente, de imposible orden. Y también sentencia:
“… y cuando uno se cree que no podía perder más,
se está adelantando a otra ruina mayor”.


Hay que atreverse a interiorizar las biografías del infortunio, las errantes aves rapaces del tiempo. Hay que tener valor para adentrarse en el mar de uno mismo y eso lo hace valientemente, de forma intrépida, este poeta de músicas desvividas, de sonidos de piel que atraviesan tormentas, para hacerse la pregunta, la misma y sonora duda: ¿seguirá mi alma componiendo conciertos aunque no suenen a gloria? ¿alguien escuchará la metáfora de un salto al vacío? Yo les voy  a dejar con esta música, conjunción de esta materia fugaz que nos alienta en el soplo que somos los seres y las cosas. 


Esta partitura la han dictado el YO y el NOSOTROS. Justo es pues que seamos los cómplices corales de esta sinfonía en la que, Jesús Cárdenas, es el innegable, el irrenunciable director. Y el atril es suyo.

PILAR  SANABRIA CAÑETE 

No hay comentarios:

Publicar un comentario