martes, 29 de mayo de 2018

"Tratado de egoísmo", de Juanma Ruiz, en la Feria del Libro de Madrid



(Por Ezequiel García Solana)
 
Descubrimos nuevos libros de poesía que nos renuevan el interés por la creación literaria. Es el caso de "Tratado de egoísmo", del madrileño Juanma Ruiz. Esmero en la forma, sentido y originalidad definen a un impactante anaquel del que no se dejan de escuchar buenas críticas por los círculos de expertos.
Un placer poder conversar con el autor, quien, amable nos explica su proceso creativo y qué se esconden tras la piel de un poeta.


“Tratado de egoísmo”, su nuevo poemario, que acaba de editar Cuadernos del Laberinto, refleja un camino de ardua subida a la cima, donde el lector encuentra esperanza y sosiego. ¿Es este un reflejo de su ser más íntimo, es la poesía un espejo del poeta o como decía Pessoa se es un fingidor?
Creo firmemente que cualquier ejercicio de vocación artística refleja siempre la intimidad de quien lo ejerce. Lo cual no está reñido con ser “un fingidor”, con la construcción de una ficción que en el fondo es un vehículo para contar una realidad, o quizá un medio para darle forma. Fíjese que precisamente en esos versos Pessoa dice que el poeta “hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente”. De algún modo, hacer poesía (igual que contar historias, o hacer canciones o películas…) es construir mentiras que expresen una verdad.

Se puede traicionar eso, claro, pero entonces nos encontramos con una poesía (o un cine, o una música) calculada con tiralíneas, artificial, como esas novelas que son producto de un estudio de mercado, de vaya usted a saber qué ley de oferta y demanda. No creo que sea el mejor camino para dedicarse a ningún arte.

En “Tratado de egoísmo” se nota que le gusta hacer bien las cosas.
Cuando uno pone tanto de sí mismo en algo, es inevitable querer hacerlo bien. Otra cosa es que el resultado esté a la altura del empeño, claro: eso le corresponderá a los lectores juzgarlo. Pero sí creo que la poesía tiene que estar cuidada hasta la última coma: a pesar de lo que comentaba más arriba, no creo que baste solo con que el poema encierre una verdad. Y me produce mucho rechazo esa idea que parece extenderse últimamente de que en poesía todo vale si ‘el sentimiento’ es genuino.

Para usted la métrica y el ritmo son condición fundamental en la poesía. Incluso dedica algunos poemas a este asunto, como Lope en “Un soneto me manda hacer Violante”.
Me gustan las obras que reflexionan sobre sí mismas, sobre sus mecanismos. Que ponen al descubierto sus engranajes y que a la vez juegan con ellos. Me gusta el cine que celebra su condición de artificio, la novela que exhibe orgullosa sus costuras o el cuadro que da un paso atrás para mostrar a su autor, para meterlo dentro de su historia… Todo ese tipo de juegos metanarrativos siempre me ha parecido una de las cosas más sugerentes (y, por qué no, divertidas) que se pueden hacer en el ámbito de la creación artística.

¿Por qué la poesía y no la narrativa? ¿Cómo se llega a la conclusión de que uno es poeta y necesita hacer versos?
La verdad es que no lo sé muy bien… casi no recuerdo una época de mi vida en la que no escribiera. Tampoco un momento en el que dijera “soy poeta”, que me parece además algo a lo que aspirar, no algo que uno decide ser. Desde la adolescencia sé que escribo versos y que aspiro a que esos versos sean poesía (¡que no es lo mismo!). Y todo lo demás está fuera de mi capacidad de decisión. 

En cuanto a la narrativa, no es algo que descarte, ni mucho menos. De momento, mis esfuerzos están centrados en el verso, y creo que mis “herramientas” están más orientadas hacia ello, pero quién sabe… De hecho soy fundamentalmente lector de novela así que periódicamente, de manera inevitable, coqueteo con la idea de probar suerte en ese terreno.

¿Por qué ahora a las mujeres que escriben poemas se las llama “Poetas” y no “Poetisas”?
Porque durante mucho tiempo, la palabra ‘poetisa’ ha estado cargada de una connotación negativa. Históricamente, porque nuestra historia es machista, se asociaba a la poetisa con una idea de cursilería, o de poesía de mala calidad. Por eso existía la palabra ‘poetastro’ para definir al mal poeta masculino, pero no había una ‘poetastra’ (fíjese que el corrector ortográfico me la acaba de marcar en rojo), quizá porque no se concebía que existieran buenas poetisas. Por eso muchas autoras reivindican el género común (aceptado también por la RAE) para ‘poeta’ (Gloria Fuertes ya se consideraba “poeta de guardia”), equiparándolo así a otros como ‘pianista’, ‘artista’, etc.

Va a estar firmando “Tratado de egoísmo” en la Feria del Libro de Madrid, la apuesta cultural más importante de España ¿Qué significa esto para usted, cómo es el encuentro con los lectores?
Lo espero con muchas ganas. Como lector voraz, soy visitante de la Feria del Libro desde niño, y trato de no faltar ningún año (y mi cartera se resiente, y mis estanterías también). Así que la idea de estar este año, por primera vez y aunque solo sea durante un rato, al otro lado del mostrador, no me podría resultar más ilusionante. Si además eso me da la oportunidad de encontrarme con lectores o gente interesada por leer mis versos, solo puedo sentirme enormemente afortunado.


FERIA DEL LIBRO DE MADRID. JUEVES 7 de junio 2018
De 20:00 a 21:00 : Juanma Ruiz firmará Tratado de egoísmo
Juanma Ruiz
 Juanma Ruiz
(Madrid, 1982)
Licenciado en Comunicación Audiovisual. Desde 2010 ejerce como redactor y crítico cinematográfico en la revista Caimán Cuadernos de Cine. También colabora habitualmente con la revista cultural Jot Down. Ha escrito para numerosos libros colectivos sobre cine, y ha impartido clases en distintos cursos sobre crítica y lenguaje cinematográfico. Actualmente es profesor del Máster de Crítica Cinematográfica de Caimán CdC en la ECAM. Entre sus trabajos cinematográficos destaca el cortometraje en 35mm. La duodécima hora (como codirector y coguionista), protagonizado por nombres como Paul Naschy o Ismael Serrano, y seleccionado en numerosos festivales en España y Latinoamérica.

Tratado de egoísmo es su segundo libro de poesía tras Paseos o derivas (Devenir, 2015).

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