miércoles, 17 de enero de 2018

'Paterson'. Poesía cinematográfica de Jim Jarmusch

“Aquí está el fósforo más bello del mundo, de una pulgada y media de suave vástago de pino cubierto por una granulada cabeza púrpura oscuro. Muy sobrio y furioso, y obstinadamente listo para explotar en fuego prendiendo, quizás, el cigarrillo de la mujer que amas”.
Ese es el fragmento de uno de los escritos de Paterson: un hombre común que trata de lidiar con una rutina como conductor de bus en una pequeña ciudad estadounidense, sacándole tiempo a su profunda afición por la poesía.

En ese contexto de hermosas frases que se pintan a veces en la pantalla o salen de la pluma de su protagonista, se configura Paterson, la cinta con la que el director estadounidense Jim Jarmusch ofrece una historia tan sencilla que termina llamando la atención de ese tipo de espectador que quiere descansar de la violencia o la pirotecnia visual que suelen invadir las carteleras.

De la mano del actor Adam Driver llega este Paterson, que retoma ese espíritu de artista independiente en la pantalla de cine en sus inicios como actor al meterse en la piel de un héroe sencillo y que se fija en los detalles más pequeños o inusuales para alimentar su sensibilidad.

El actor, nacido en San Diego en 1983, dio un gran salto al cine de millones de dólares y fanáticos con su participación en la reciente saga de Star Wars.

La película es divertida, y más la manera como se pinta el ritmo de vida de un hombre extrañamente entrañable. Cuando él no va manejando por las calles tranquilas de Paterson Nueva Jersey, escribe en una libreta algunas de sus sensaciones, mantiene una tranquila convivencia con su pareja Laura (Golshifteh Farahani) o se reúne con amigos en noches de cervezas y nostalgias, al son de las canciones de Iggy Pop o recordando al poeta Allen Ginsberg, mientras sueña que su poesía salga del anonimato.

Con un ritmo pausado, pero no lento o aburrido, la película rinde tributo a las batallas del día a día y maneja una cierta melancolía que no afecta la emoción de ver a un hombre que disfruta con lo mucho o poco que tiene.

“Es extraña en el mejor sentido, hipnótica, perturbadora, bonita”, escribió Carlos Boyero, uno de los críticos más fuertes del diario El País de España, a quien no es tan fácil de convencer.

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