La vida daña, el tiempo, y la propia
existencia se encargan, con precisión, de recubrirnos de cicatrices en el alma, en la
sonrisa y en la propia piel. Nada supera el dolor, nada supera el paso de las
olas sobre la roca, sobre la sonrisa, sobre el duro asfalto y la ciudad que
devora las horas, los pasos, las lágrimas. Esto lo sabe bien la poeta María
José Cortés, que nos ha hecho esperar, este, su segundo libro Cicatrices de asfalto (Cuadernos del Laberinto,
2013), tras Palabras derramadas (Vitruvio, 2008).
La poeta sabe que la soledad forma parte de las huellas, de
nuestro caminar diario y de la propia esencia de la poesía, y es así como no
enseña que en las grandes ciudades, la soledad es cuestión de compañía, e
incluso es parte del amor:
LA SOLEDAD
Se necesita aprender soledad
para poder amar sin inflexiones
para cruzar el daltonismo del semáforo
para mirar los labios de un mimo.
La soledad puede aprenderse en muchos sitios
comienza en una cafetería..
Se necesita aprender soledad
para poder amar sin inflexiones
para cruzar el daltonismo del semáforo
para mirar los labios de un mimo.
La soledad puede aprenderse en muchos sitios
comienza en una cafetería..
El libro centra sus poemas en dos escenarios: Madrid y Luvetia (territorio inventado como licencia de la autora a la belleza, a la adoración y voyerismo de los pies).
La presencia de Madrid en Cicatrices de asfalto es un
salvoconducto que nos abre las puertas de calles simbólicas, como Princesa o
Conde Duque:
CONDE DUQUE
Ahora
entiendo
las manos
que sostienen las esquinasel puente entre los dedos
los zapatos tras la marquesina.
Entiendo ahora
María José Cortés desarrolla una poesía
para supervivientes, para deseos heridos que no han perdido la esperanza, o que
tras el dolor han recompuesto sus propios pedazos, han sabido coser las heridas,
y se han recompuesto en otros iguales, en ellos mismos pero esta vez fuertes,
críticos y con mirada piadosa sobre el mundo. Es importante hacer notar cómo la
sensación de esperanza no siempre prevalece sobre la soledad, que mitiga las
fuerzas, que se desarrolla de una forma extremadamente elegante para conducirnos
por las constantes de este poemario: lucha, caída, dolor, soledad y ese
sentimiento único que conservamos en el interior y que nos hace indestructibles
y victorioso pese a todo.
Llama la atención la cuidada edición, en la
que agradecemos el índice de primeros versos, que otras editoriales obvian
olvidando la importancia del comienzo en la poesía. La cubierta, impactante, nos
muestra ya el refinamiento que Maria José Cortés va a desplegar unas páginas
más allá.
Más información:
CICATRICES DE ASFALTO en este título se condensa la esencia de los versos que vertebran este poemario:
CICATRICES porque los personajes que circulan por ellos las llevan en su interior e, incluso, en su exterior en algunos casos. Cicatrices que han nacido de preguntas, búsqueda, pérdida, desencuentro, de amar al prójimo sin uno mismo. Pero la presencia de una cicatriz implica supervivencia a la herida que la causó, nos encontramos por tanto, ante personajes valientes y perseverantes, personajes que luchan, que aprenden a base de equivocarse.
DE ASFALTO, porque el escenario donde se desarrollan los poemas es la ciudad, concretamente, Madrid, en un tiempo en que todo era posible (como tan bellamente ha sabido concretar Jesús Urceloy en el prólogo-carta que precede a este poemario).
Cicatrices y asfalto para describir una ciudad de autobuses y lluvia, soledad y voces perdidas en la nostalgia, en el surrealismo de la vida cotidiana.
MARÍA JOSÉ CORTÉS regresa a la poesía con este bellísimo libro —trabajado con precisión de orfebre—y en donde las palabras agudizan la conmoción de saberse solo, de reconocer la derrota, de manifestar que todos buscamos un cobijo dentro de la herida de la gran ciudad.
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